Ante las notas de corte inalcanzables que reinan en España, diez mallorquines se han trasladado a Hungría en pos de su vocación
MAR FERRAGUT. PALMA Siempre quisieron estudiar Medicina. Pero nunca pensaron que acabarían aprendiendo húngaro. Y, sin embargo, allí están. Y cada vez son más. Hablamos de los mallorquines que se trasladan a Hungría para poder estudiar la carrera deseada y convertirse así en los médicos que tanta falta hacen. Cerebros que huyen ante la imposibilidad de lograr una plaza en las universidades de su país, jóvenes dispuestos a mudarse a donde sea sorteando así unas notas de corte casi inalcanzables.
Representan el mejor ejemplo de lo que uno puede llegar a hacer por seguir su vocación. Cecilia Vicens explica que ella lo tenía claro. Conoce gente que quería estudiar Medicina y se acabó metiendo a Fisioterapia o Enfermería al no lograr la plaza. «Yo no quería ser una médica frustrada», razona. En situación similar se encuentran los colegas que le acompañan en esta semana de vacaciones que han aprovechado para venir a su isla.
Francesc Albertí cuenta que cuando le explicaron que trasladarse a Hungría podía ser la única manera de estudiar lo que quería le sonó «como muy lejano», pero que al final «se animó». Todo sea por la vocación. Además, Antonio Murcia, amigo de hace años, también iba. A Lluís Planas se lo dijo su madre, a quien se lo comentó un médico compañero de Son Dureta cuya hija estudiaba allí.
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